Al regresar a la mansión Mesa, ya era el atardecer.
El auto se detuvo, pero Susana no se bajó.
Miró el cielo azul profundo afuera, habló muy suavemente:
—Lucas, vete. No vengas más en el futuro.
El interior del auto quedó en silencio por mucho tiempo.
Lucas volteó el rostro, la luz de afuera hizo que sus facciones se vieran más marcadas y definidas. La miró por el espejo retrovisor, después de un momento su voz sonó baja y ronca:
—Aquí me necesitan.
Esto no era falso, porque la familia materna de Theo seguía codiciando los bienes de los Mesa.
Además, Susana estaba a punto de dar a luz.
Con Lucas presente, esa gente no se atrevería a hacer travesuras.
Desde el asiento trasero llegó la voz de Susana:
—Es inconveniente, inapropiado.
Los ojos negros de Lucas observaron a la mujer en el espejo retrovisor. Su perfil se veía demacrado, aunque fuera a dar a luz, no tenía ni una pizca de la plenitud típica, evidentemente la muerte de Álvaro había sido un gran golpe para ella.
El hombre la obser