Dos horas después, Carla se durmió.
Lucas, con mucho cuidado, puso a la niña en el amplio sofá y le cubrió la pancita con una mantita. Carla se volteó hacia el respaldo del sofá y comenzó a babear, mientras murmuraba algunas palabras entre sueños.
Lucas puso su mano en su cabecita y la dejó ahí un rato, esperó hasta que la niña se durmiera profundamente antes de quitarla.
Susana también se había dormido.
Dalia también estaba dormida.
Un ambiente cálido llenó la habitación, el aire flotaba con un aroma dulce, había una tranquila y especial belleza.
Lucas se acercó a la cuna del bebé, miró la carita dormida del niño, rosadita, parecía no estar tan arrugada como ayer. Sentía una sensación muy extraña en el corazón, no solo porque era su hijo biológico, sino también porque este niño había nacido por sus propias manos, cuando ella llegó a este mundo, él fue la primera persona en cargarla.
Toda cubierta de sangre, un pequeño bulto de carne, era la ternura de Susana.
El hombre extendió la man