Al regresar a la habitación, el ambiente seguía siendo sutil.
El hombre y la mujer no hablaban para nada sobre lo que había pasado en el consultorio.
Solo Carla estaba muy contenta.
No tenía que ir a la escuela, trataba el hospital como su casa para jugar, pero era muy obediente. Cuando Susana descansaba, se sentaba tranquilamente en el sofá a ver libros ilustrados, o se acostaba sobre la cuna para ver a su hermanita, a veces hasta le pasaba un pañal o algo así, era la pequeña ayudante de Susana.
Después del examen, Lucas se fue a la oficina.
La habitación quedó en silencio y calidez.
De repente se escucharon golpes en la puerta. Carla saltó del sofá de inmediato y se ofreció voluntariamente:
—Yo voy a abrir.
Al abrir la puerta, afuera estaba ese tío, parecía ser el ex novio de mamá.
Afuera estaba justamente Héctor.
Héctor traía una canasta de frutas frescas que por su apariencia no era barata, debía ser de esas de más de 50 dólares. En la puerta se veía un poco nervioso e incómodo, ba