Cuando Aitana entró, Jorge y Zarina se sobresaltaron.
En esa situación, cualquiera podía adivinar que entre ambos existía un pasado.
El viento nocturno soplaba intensamente.
La brisa levantaba las puntas del cabello de Jorge y agitaba el elegante vestido de Zarina, rozando suavemente el brazo de Aitana, con la textura delicada y suave de la seda...
Tras un momento de silencio, Zarina habló con voz seca: —Me siento algo indispuesta, señora Uribe, ¿podría acompañarme adentro para descansar un poco?
Aitana asintió con una sonrisa: —Precisamente venía con esa intención. He estado preocupada por su salud.
Zarina se sintió reconfortada y dio unas palmaditas suaves en el dorso de la mano de Aitana: —Con usted aquí, me siento mucho mejor.
Aitana sonrió ligeramente mientras ayudaba a Zarina a marcharse.
Detrás de ellas, Jorge observaba a su antigua amante alejarse, pensando que no sabía cuándo tendría otra oportunidad para hablar así. Invadido por la tristeza, exclamó impulsivamente: —Todo lo q