Berlín quería acercarse más a su hermana y también a su suegro. Así que dispuesto a todo, decidió invitarlos a la mansión a una comida en familia.
Por supuesto que Lucrecia estaba a favor de esa comida, ya que le beneficiaba para molestar a Valentina y tratar de que se alejara de su familia.
El coche se detuvo frente a la imponente mansión de Berlín. Las luces cálidas se filtraban a través de las ventanas, creando un ambiente acogedor.
Gabriel, junto a su familia, descendió del vehículo. Su cara seria indicaba la molestia que sentía al tener que enfrentarse a la tediosa voz de Lucrecia y los miles de cosas que planearía entre sus hijos.
Todos en la familia tenían una sonrisa de satisfacción al ver al cabecilla celoso por tener que compartir a su hija con Berlín.
—Wow papá, es inmensa. Pero me gusta más la de mi abuelo.
Benjamín se acercó, tocando su nariz, con una sonrisa de diversión por sus palabras.
—Por favor mi amor, compórtate —suplicó Martina, dejando un beso en sus labios