—¿Qué haces?
Estaba de espalda a Ethan ajustando la cremallera de su pantalón para irse.
—Debo volver a casa antes de que Orestes se dé cuenta que no estoy allí.
—Deja y me visto rápido y te dejo en un lugar cercano —miró el reloj de su móvil—. Tengo una cita con alguien en un lugar cercano.
—¿Algo del bufete?
—Un contacto con pruebas para hundir al bastardo —respondió al tiempo que imitando a Eirin se colocaba el pantalón.
Para cuando salieron de la habitación del hotel había oscurecido. Eirin iba preocupada. El sonido del motor retumbaba en el silencio espeso de la noche. Ethan no apartaba los ojos del reloj digital del tablero. 20:18. Faltaban diez minutos para el encuentro. A su lado, Eirin temblaba, pero no por el frío. Llevaba una chaqueta beige sobre una blusa negra de seda, ceñida al cuerpo. Las manos le sudaban, pero su rostro era una máscara. Inexpresivo. Perfectamente entrenado. O al menos eso quería creer.
—Te dejaré por aquí —le dijo él al llegar a un sendero que conducí