No lo pudo evitar, la presencia de Eirin ha traído una sedena de recuerdos a su presente que le ha sido imposible detener.
Ethan al salir de su bufete, manejó por dos horas seguidas. No lo planificó, tampoco lo pensó, simplemente su cuerpo lo llevó hasta allí, a la casa de su madre. La que conserva cerrada por muchos años, la que visita eventualmente, cuando le atacan los recuerdos. El despacho de su madre olía a polvo y a recuerdos que no pidió, y si embargo ahí le llegaron, los percibía como el aroma de las rosas. El parquet crujía con cada paso, como si la casa entera protestara por su regreso. Las cortinas permanecían cerradas desde el día del funeral, y la luz que entraba por los bordes apenas delineaba los muebles cubiertos con sábanas blancas.
Era de noche, la ridícula luz que había en las habitación solo daba mayor iluminación, pero él ya estaba acostumbrado a ver entre sombras y aun en la oscuridad. La vida le enseñó a defenderse del enemigo y como quiera que ese, el principa