La luz del sol entraba en la habitación de Eirin a través de las cortinas medio abiertas. La ciudad seguía su ritmo frenético más allá de las ventanas, pero en el apartamento donde ella se encontraba, todo parecía detenido. Ethan estaba sentado en el sofá, sus ojos estaban fijos en la pantalla de su portátil, pero su mente claramente estaba en otro lugar. Eirin lo observaba desde la mesa, mientras sostenía entre sus manos su taza de café medio vacía, y la tensión flotaba en el aire entre ellos. Había sido una mañana tensa, llena de palabras no dichas y emociones reprimidas.
Eirin sabía que la relación entre ellos había sufrido un golpe irreversible. Todo lo que habían pasado juntos, las promesas rotas, las dudas, todo eso se había acumulado en un peso insostenible. Pero el hecho de que estuvieran aquí, juntos, trabajando como un equipo, significaba que, por un momento, ambos podían dejar de lado sus resentimientos. O al menos intentarlo.
Ethan suspiró, cerrando la laptop y poniéndola