Mundo ficciónIniciar sesiónEl amanecer llegaba despacio, filtrándose entre los tablones del establo como una promesa que aún no se atrevía a cumplirse. Afuera, la niebla cubría los campos, disolviendo el mundo en un silencio de pájaros y humo.
Eleanor se despertó primero. Por un instante no supo dónde estaba: sólo sintió el peso cálido de un brazo sobre su cintura, el roce leve de una respiración contra su cuello. Luego, al girarse, vio el rostro de Gabriel, dormido, con una serenidad que casi le dolía mirar.
Llevaba días —semanas quizá— soñando con verlo así: vivo, cerca, sin heridas ni máscaras.
Ella alargó una mano y apartó un mechón rebelde de su frente. La piel de Gabriel estaba tibia, ma







