Capítulo 99
|| Punto de vista de Bellona ||
Oscuridad. Una oscuridad densa y sofocante.
Eso era todo lo que sentía al principio. Mi cabeza retumbaba como tambores de guerra, cada latido más fuerte que el anterior. Tenía la boca seca, los labios agrietados y las extremidades —Dios, mis extremidades— me dolían por la presión de algo apretado y doloroso. El pánico se apoderó de mí incluso antes de abrir los ojos.
Cuando por fin parpadeé en la penumbra, me di cuenta de que estaba atada a una silla. Unas gruesas cuerdas me ataban las muñecas y los tobillos, clavándose en mi piel, y los brazos de madera de la silla eran fríos e implacables contra mi espalda.
Respiré hondo. El aire estaba viciado, mezclado con polvo y un ligero olor a aceite. Un sótano. Tenía que serlo.
Mi voz sonó quebrada, ronca. «¿Hola? ¿Hay alguien aquí?».
El silencio fue mi única respuesta.
«¡Dejadme marchar!», grité, tirando de las cuerdas. «¡Cobardes! ¡Mostrad vuestro rostro!».
El eco de mi voz se desvaneció entre la