Nueva York, Estados Unidos.
Susan O’Brien y Roland Keller habían llegado al edificio donde vivían Muhammad Afzal Behrouz y Naseer Abdel Alí y buscaron al conserje.
−Venimos por los jóvenes musulmanes que viven en este edificio −dijo Keller, al tiempo que le mostraba su identificación al hombre−, Behrouz y Alí. Como ya debe saber, fueron secuestrados.
−Sí, los recuerdo −dijo el hombre en tono de lamento−. Unos buenos chicos, y no estoy de acuerdo con lo que están haciendo con ellos. No todos los musulmanes son malos.
−Ojalá todos pensaran como usted −dijo O’Brien−. Queremos revisar su apartamento.
−Muy bien, déjenme buscar la llave.
El conserje se adentró en su casa y a los pocos segundos regresó con un juego de llaves. Tomaron el ascensor y se detuvieron en