CAPÍTULO 34

Me despierto sobresaltada después de que me vierten agua fría.

—Qué demonios—digo mientras trato de limpiarme la cara, pero eso va a ser muy difícil ya que mis manos están atadas a una silla.

—¡Bueno! Finalmente estás despierta—dice un chico con una voz profunda y ronca.

—¿Por qué hiciste eso?

—Porque me dio la gana—dice con una sonrisa en los labios.

—Eres un imbécil—le digo finalmente viendo bien su rostro. Tiene una cicatriz en la cara, lo que lo hace parecer aterrador, pero no tanto como para que quiera esconderme de él.

—¿Dónde

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