Así que era un mocoso.
Ricardo dijo, —¿Tan poco convencido estás, nunca has perdido?
Óscar dijo frío, —No.
—Entonces hoy te daré una lección.
Los dedos de Ricardo cogieron velocidad y pronto la defensa que tanto le había costado construir a Óscar se desmoronó de repente.
Óscar se puso manos a la obra enseguida, sin darse cuenta de que había perdido tan rápido.
Óscar abrió el micrófono y dijo, —estabas fingiendo cederme, ¿no te dije que lo hicieras lo mejor posible?
Ricardo dijo, —El partido ya habría acabado si hice a toda fuerza.
Había estado pensando que la que estaba al otro lado del ordenador era una niña que se parecía mucho a Aria, y por eso había sido tan paciente con el juego durante un rato.
¿Y si no estaba fingiendo ceder, y si lloraba la niña?
Pero ahora que era un niño, la situación sería diferente.
Ricardo consideró que su hijo debía recibir lecciones y fracasos para que pudiera convertirse en un hombre de honor en el futuro.
Este chico era tan arrogante, parecía que había