Nadie era tonto.
Más tarde, Magnolia había estado ocupada con el Grupo Vargas.
Volvió al hospital con cansancio, mirando al inconsciente Ricardo, le dijo, —Si no te despiertas, voy a marcharme.
—No te vayas.
El hombre tomó su mano con su mirada oscura.
Los ojos de Magnolia se enrojecieron al mirar al hombre, por fin se había despertado.
Cuando Ricardo despertó, todo volvió a la normalidad y los pesados del Grupo Vargas dejaron de causar problemas.
La señora Vargas vino a ver a Ricardo y le ofreció salir del país para recuperarse y no volver jamás.
Ricardo le compró una propiedad a la señora Vargas y le dio una gran suma de dinero para que se fuera de Ciudad Norte.
En cuanto a Magdalena, se descubrió que no era en absoluto la hija del primer ministro, sino solo una acompañante del primer ministro.
Magdalena, al verse descubierta, huyó y se escondió en algún lugar.
El día que le dieron el alta a Ricardo, Magnolia miró al hombre que tenía delante, —Ahora que te has recuperado y la abuela