Evadne
La débil luz del atardecer se filtra a través de las cortinas de la habitación, tiñendo las paredes de tonos dorados y melancólicos. Mi cuerpo yace frágil sobre la cama, luchando contra el peso implacable del cáncer lupino que se aferra a mi ser como una sombra indomable. Théo, mi amado Théo, permanece ajeno a la verdad. Todavía no he sido capaz de confesárselo apropiadamente.
Después de ver a Faelan muerta, ahora más que nunca debo quedarme en esta habitación, es el único lugar seguro, y mientras el consejo piense que he perdido a los bebés, tal vez tenga un rayo de esperanza mientras atrapamos a los responsables.
En lo que el sol se despide en el horizonte, siento la urgencia de expresar lo que mi corazón lleva guardando con pesar. Mis manos temblorosas se aferran a una pluma y comienzo a trazar las palabras que me consumen desde adentro. La tinta fluye en un acto de despedida, una carta que deseo entregar a Théo cuando ya no pueda sostenerme en este mundo.
Si todo sale bien,