Capitulo 44

44

Ahora el sol se había convertido en un martillo de bronce que golpeaba sin piedad el desierto. A esas horas del mediodía el calor era una bestia tangible. La arena se movía en ondas calientes que distorsionaban el aire y el horizonte se ondulaba como un espejismo. Los hombres de Ahmose iban en silencio con el rostro cubierto de polvo y el sudor secándose en la piel para dejar una costra salada. Los caballos con las cabezas gachas arrastraban las patas con esfuerzo.

Ahmose cabalgaba al frente y su rostro era una máscara de concentración. Sus ojos en cambio eran dos puntos de atención absoluta que iban recorriendo la arena. Se movían de derecha a izquierda y de cerca a lejos buscando el rastro que los mercenarios habían dejado. No se quejaba del calor. No se quejaba de nada. Su mente era un mapa del desierto y en ese mapa el rastro de los mercenarios era una línea que se desvanecía.

Nebu que iba a su lado se aclaró la garganta. —Ahmose, ya no veo nada. El viento se los ha llevado.

Ah
Continue lendo este livro gratuitamente
Digitalize o código para baixar o App
Explore e leia boas novelas gratuitamente
Acesso gratuito a um vasto número de boas novelas no aplicativo BueNovela. Baixe os livros que você gosta e leia em qualquer lugar e a qualquer hora.
Leia livros gratuitamente no aplicativo
Digitalize o código para ler no App