Respiró hondo, intentando calmar el tamborileo en su pecho. Cada paso que daba hacia la barcaza de Khafa era un acto de valentía. La distancia entre ellos se acortó, y el olor a madera vieja y a agua de río se hizo más pronunciado. Khafa seguía sin decir una palabra, solo la observaba, sus manos grandes y nudosas descansando sobre el borde de su barcaza.
Cuando estuvo a pocos pasos, donde el silencio entre ellos era casi asfixiante, Baketamon se detuvo.
—Mi señor… —empezó, luego se corrigió, recordando la instrucción—. Vengo… de parte del "Ojo de Horus".
La frase flotó en el aire.
Los ojos de Khafa finalmente se encontraron con los de Baketamon. No eran fríos ni duros, sino profundos y llenos de una astucia silenciosa,