Rekhmire tenía ojos que veían a través de la piel y un corazón que solo sentía por la ambición. Desde su posición en la sala de audiencias, un rincón sombrío que le daba una vista perfecta, había observado la partida de Ahmose, el joven sargento que había eclipsado a su príncipe Menkat. El soldado se había ido con un semblante serio y con el Nilo llevándose su lamento pero Rekhmire sabía que había dejado un pedazo de su corazón en el palacio y ese pedazo se llamaba Nefertari.
Un día, el consejero vio algo que le llamó mucho la atención. Un mensajero discreto que entró en el palacio como una sombra como si fuera un susurro en la brisa. Vio cómo el joven se acercó entró a Baketamon, la doncella de Nefertari. Vio el rápido intercambio de un papi