Punto de vista: Amara
El amanecer en Luminaria ya no era sólo una luz dorada abriéndose paso entre las nubes; ahora era un pacto tácito de esperanza. El Faro —que alguna vez proyectó una magia pura y silenciosa— ardía con una nueva energía, como si su núcleo hubiese absorbido las emociones de todo el reino.
Amara lo contemplaba desde la ventana de la torre principal. Lykos dormía aún, enredado en las sábanas revueltas, su torso parcialmente cubierto por la tela suave que no alcanzaba a esconder las marcas que la noche les había dejado. Pequeños arañazos, huellas de uñas, rastros de pasión apenas disimulados.
Ella pasó los dedos por su propio cuello, todavía sensible.
—Podría acostumbrarme a despertar así… —susurró para sí misma, con una sonrisa ladeada, antes de esti