La noche posterior a la Luna Azul fue inquietantemente tranquila. Demasiado tranquila. La magia se había estabilizado, las defensas estaban activas, y el corazón del pueblo latía al unísono con sus protectores. Pero esa calma era solo la superficie. En el fondo, las grietas comenzaban a abrirse, silenciosas e invisibles.
Fue tres días después del evento celestial cuando la primera anomalía se detectó. En un pequeño asentamiento al sur, una runa menor de contención dejó de emitir su pulso habitual. Al principio, se pensó que era un fallo técnico. Sin embargo, cuando cuatro runas más desaparecieron en distintos pueblos satélites sin dejar rastro de daño físico, Amara comprendió que se trataba de algo mucho más grave.La sala de vigilancia se llenó de murmullos tensos. Mapas flotaban en el aire, marcados con puntos donde las runas habían fallado. Las líneas de energía mágica que conectaban las defensas del territorio comenzaban a mostrar zonas muertas.Amara,