—¿Qué?
—preguntaron Samuel y Daniela al mismo tiempo.
Samuel no podía creer que yo, quien tanto le temía a la muerte, eligiera suicidarme echándome al mar.
Una vez le había dicho a Samuel que tenía miedo de morir porque lo amaba demasiado y tenía muchas cosas que quería hacer con él; si me moría muy pronto, de seguro me arrepentiría un montón.
Él solo se acordó de que le tenía miedo a la muerte, pero no del porqué le tenía miedo a la muerte. Por consiguiente, todavía no se había dado cuenta de que ya no lo amaba.
Y Daniela se sorprendió porque solo pensaba que esto era una broma, y no creyó que de verdad se moriría.
—Sí, todos los presentes, incluyendo el padre, lo vieron. Organizamos gente para buscar, pero la corriente del mar era muy fuerte y no encontramos nada.
—También...
—el hombre dudó, y Samuel dijo furioso:
—¡Dilo todo! ¡No se vale esconder nada!
—También, había gotas de sangre en la playa. Seguimos los rastros de sangre hacia atrás hasta el cuarto de la señora. En el piso de