Narrado por Dra. Emma Miller

Me desperté en la suite de invitados. El dolor en mi pierna era un pulso sordo que me recordaba la brutalidad de la noche, pero el dolor más agudo era la conciencia de mi nueva realidad. No estaba en una casa; estaba en una celda de alta seguridad.

Nick había regresado. Y su furia no había sido la del cirujano preocupado, sino la del propietario traicionado.

Me levanté con cuidado, cojeando hacia el baño. La herida era superficial, pero la limitación física era suficiente para mantener mi rebelión a raya. Mientras me miraba en el espejo, vi a una extraña: pálida, con ojeras por el cansancio y el miedo, y la prueba palpable del fracaso. Había intentado desafiarlo y solo había conseguido que mi cárcel se hiciera más pequeña.

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