El ascensor descendía lentamente entre un leve zumbido mecánico, como un susurro constante que marcaba el paso de los segundos. Las luces cálidas del techo reflejaban sus destellos en las paredes de acero bruñido, duplicando las siluetas de Nelly y Alan en un juego de espejos silenciosos. El interior olía a metal limpio y a perfume floral, el de Nelly, que flotaba en el aire como un recuerdo dulce.
Ella abrazaba su cuerpo con ternura, acariciando su vientre aún invisible con una sonrisa contenida, casi sagrada. El corazón le latía con una mezcla de emoción y temor, como si cada latido fuera un eco del pequeño corazón que latía dentro de ella. Alan, a su lado, no podía contener la euforia: su risa era clara, franca, desbordante como la de un niño en Navidad.
—Voy a malcriar a esa criatura desde el primer día —declaró con ojos que brillaban como si ya viera el rostro del bebé—. Será el sobrino más consentido del planeta. ¡Haré una lista de nombres! Una lista completa, original, con sign