Lo ignoré y me fijé únicamente en la bandeja tapada que guardaba un manjar.
—Te traje un poco de lasaña casera, vegetales y gelatina de fresa—comentó al tiempo que depositaba la bandeja sobre la vieja cama, a un lado de mí.
Sus ojos grises se encontraron con los míos y del bolsillo de su pantalón sacó un pequeño jugo de manzana con una pajilla.
—Come con calma, por favor, o te caerá pesado…
Apenas escuché sus palabras cuando me abalancé a la bandeja.
Fue una deliciosa probar aquella lasaña hecha por los dioses. No respiré por miedo a que me lo arrebataran y no pudiera comer lo suficiente para saciar mi hambre.
William se sentó en el sofá, mirándome con tristeza o lástima. A decir verdad, me valió un rábano. Yo me dediqué a comer lo más rápido que pude.
—Tessa…
Tragué con dificultad y lo miré con desdén.
—¿Qué? —logré decir.
—Come con calma—repitió.
—Nada me garantiza que volverán a alimentarme mañana—grazné—debo guardar reservas…
Estreché los ojos.
—Hablas como si de verdad Noah fu