Capítulo 9
Esperanza mostró una sonrisa radiante y dijo:

—¡Todavía me apetece comer puré de papas!

Al terminar las palabras, se escuchó una voz que decía:

—¡Aquí tienes el puré de papas!

Eric entró con comida en sus manos y le dijo a Dafne:

—Compré un poco de sopa y también puré de papas. Coman un poco.

—¡Tío Castro! —saludó Esperanza.

Eric se acercó y acarició su cabello, mientras le decía:

—Espi, tienes que cuidarte bien para no preocupar a tu mamá, ¿sabes?

—Sí —respondió Esperanza.

—Buena chica.

Dafne tomó una cucharada para alimentar a Esperanza con el puré de papas.

Erica se dio cuenta de las manchas rojas en su mano y preguntó:

—¿Tienes una reacción alérgica? Compré una crema antialérgica en la farmacia, puedes aplicártela cuando tengas tiempo.

Dafne se sorprendió un poco y agradeció:

—Muchas gracias, de verdad. Siempre te molestamos cada vez que venimos al hospital.

—No hay de qué. Después de todo, criar a una hija sola no es fácil para una chica como tú. Solo hago lo que puedo, no es ninguna molestia. Dafne, no tienes que enfrentar todas las dificultades sola. Cuando necesites ayuda, simplemente dímelo. Estoy dispuesto a hacer todo lo posible —dijo Eric.

Dafne sabía que Erica era una persona amable, pero no quería aprovecharse de su compasión. En realidad, entendía lo que Erica estaba pensando, pero también sabía que no podía devolverle los favores. Además, había cosas en las que Eric no podía ofrecer ayuda. Ella misma ya estaba en un dilema, no quería que él también se metiera en este lío y enfrentara toda la vida como un desastre.

Después de que Eric se fue, Esperanza, apoyada en la cama, dijo algo que sorprendió bastante a Dafne:

—Mamá, a tío Eric le gustas.

Dafne sonrió ligeramente, pero no mostró otra variación de emoción:

—Traviesa.

—¡Solo digo la verdad! Mamá, ¿tú también echas de menos a papá, como yo? —preguntó Esperanza.

Dafne se detuvo un poco. Con la cabeza baja, una emoción complicada apareció en el fondo de sus ojos que la hizo parecer desolada. Respondió:

—No. Ahora solo quiero quedarme contigo, mi cariña.

Pero Esperanza parecía estar un poco molesta y añadió:

—Mamá, papá falleció hace mucho tiempo. No puedes dejarte tan desanimada.

Las palabras maduras de Esperanza le parecieron muy divertidas a Dafne, y preguntó:

—¿De dónde aprendiste todo eso? ¡Eres todavía una niña y te preocupas por tantas cosas!

—¡Lo aprendí de las telenovelas! Mi madrina tiene razón, mamá, ¡debes estar junto con los guapos para ser feliz! —exclamó Espi.

Dafne le pellizcó un poco la nariz y dijo:

—¿Y qué harás si te consigo un padrastro?

Sin embargo, la expresión de Esperanza se volvió seria. Frunció el ceño y respondió:

—Mamá, prefiero verte feliz.

Dafne se conmovió. Se sentó al borde de la cama y la abrazó, diciendo:

—Mamá ya es muy feliz teniendo una hija tan buena como tú.

Esperanza suspiró un poco:

—Si papá todavía estuviera a nuestro lado…

Esperanza creía que su padre había fallecido. Cuando tenía tres años, siempre le preguntaba a Dafne dónde estaba su padre, y Dafne le decía que su papá estaba en el cielo pilotando un avión. Pero cuando tenía cinco años, Dafne ya no pudo seguir con la mentira anterior, por lo que le dijo que su padre había fallecido debido a una enfermedad.

—Mamá, ¿papá es aún más apuesto que el tío Eric? —dudó la niña.

Si no, ¿por qué a mamá no le gustaba el tío Eric? Además, él era una persona tan amable.

En la mente de Dafne surgió la figura de Hans. Él destacaba incluso entre la multitud. Era cierto que era un hombre muy atractivo.

En aquel entonces, existía una frase popular en su universidad que decía:

«Aprobar los exámenes con éxito y tener una noche con el genio Hans Rivera son dos grandes bendiciones de la vida.»

—Sí, tu papá era súper guapo —respondió Dafne.

Esperanza parecía sentirse muy orgullosa por eso y decidió que tendría que buscar otro novio tan apuesto como su papá para mamá.

Después de que Esperanza se quedó dormida, Dafne revisó el saldo de su cuenta bancaria para calcular cuánto dinero le quedaba en total.

Anoche, había ganado treinta y cinco mil en el club. Con los diez mil que tenía en su cuenta, sumaban cuarenta y cinco mil. Pero a fin de este mes tendría que pagar el alquiler trimestral …

Se encontraba en una situación muy difícil. De repente, se alegró de que Hans le hubiera dado la oportunidad de ganar esos treinta y cinco mil. Incluso deseaba tener otra oportunidad de ganar otros treinta y cinco mil con tan solo beber una botella de alcohol. ¿Y qué importaba si le salían ronchas por la alergia? Si conseguía cien mil, Esperanza podría someterse a la cirugía. En ese momento, Esperanza era lo más importante para ella.

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