Capítulo 2
Tal como lo imaginaba, Esteban no regresó en toda la noche. Pero, cuando mi mano tocó el otro lado de la cama y solo sintió el vacío frío, no pude evitar que un intenso dolor me oprimiera el pecho.

Los golpes en la puerta se hicieron más fuertes con cada llamado.

Abrí la puerta y encontré al asistente de la Anciana, que me miraba con un desprecio absoluto.

—La señora dice que lleves a la niña a la casa de la manada —anunció sin emoción.

La matriarca de la manada, la abuela de Esteban, siempre me había despreciado.

Según las leyes de la Manada Media Luna Plateada, si yo no regresaba a reclamar mi puesto, no podía revelar mi condición de heredera fuera del territorio.

Así que, para ella, yo no era más que una omega descarada intentando trepar por la escalera social usando a su nieto. Y, como cabía esperarse, ese desprecio se extendía a mi hija.

Con una matriarca tan hostil al mando, el resto de la manada naturalmente siguió su ejemplo.

Cuando llegamos al gran salón de la casa principal, descubrí que todos los miembros del consejo de la manada estaban presentes.

Esteban, desaparecido durante toda la noche, estaba junto a Victoria, sosteniéndola con ternura y los ojos llenos de afecto, mientras la vieja matriarca contemplaba el vientre de Victoria con una sonrisa que casi le partía el rostro de alegría.

—Victoria por fin está embarazada. Ahora que todos los Ancianos están aquí, ¡es momento de cumplir la promesa hecha hace seis meses!

La Anciana más respetada dio un paso al frente y proclamó públicamente el estatus de Esteban como alfa de la manada.

—Ahora que la manada tiene un nuevo alfa y un nuevo heredero, fijemos la fecha para la ceremonia de apareamiento.

Alcé la vista y vi que todas las miradas se dirigían a Victoria, incluida la de Esteban, quien acariciaba el vientre de Victoria como si nadie más existiera, con una expresión suave y amorosa.

—Voy a ser padre —dijo en voz baja.

No «voy a ser padre de nuevo», sino simplemente «voy a ser padre».

—Mami, ¿qué significa eso? —preguntó mi hija, su vocecita resonando por todo el salón.

Su pregunta atrajo las miradas de todos los presentes.

La Anciana frunció el ceño.

—Si se corre la voz de que el alfa de la manada tiene una hija ilegítima, la reputación de la manada se arruinará.

—Solo es una bastarda nacida de una mujer fácil —murmuró alguien.

La abuela de Esteban me miró con asco.

—A partir de ahora, diremos a los de afuera que esta niña es huérfana de un guerrero caído, y que se cría aquí para consolar a su familia.

La vieja matriarca me despreciaba, y con ello también despreciaba a mi pequeña Lilia.

Había sido idea suya que Esteban asumiera la responsabilidad de su cuñada a cambio del puesto de alfa. Y ahora que Victoria estaba embarazada, Lilia se había vuelto aún más insignificante para ella.

Esteban soltó a Victoria.

—Abuela, ¿no te parece que eso es demasiado?

Comenzó a acercarse a mí, pero Victoria lo sujetó discretamente del brazo. Lo vi con claridad.

Tomando la mano de Lilia, me acerqué a la abuela de Esteban.

—Como usted diga. Desde este momento, Lilia ya no es hija de Esteban Monteverde.

Mi hija pronto sería la más honorable heredera al puesto de alfa de la Manada Media Luna Plateada. Me arrodillé frente a Lilia y le expliqué con calma:

—Cariño, ya no puedes llamarlo papá. Ahora tendrás que llamarlo tío Esteban, ¿sí?

Esteban se congeló. Sabía que, durante los últimos seis meses, me había quedado principalmente porque Lilia no quería separarse de él.

Buscó en mis ojos algún indicio de rencor o dolor. Pero no encontró nada.

Una niña no puede entender una situación tan compleja, por lo que el rostro de Lilia no tardó en ponerse rojo por las lágrimas.

Apresuré el paso para sacarla de allí, pero la voz de Victoria nos detuvo.

—Hermana Otoño, mis náuseas han sido terribles. Necesito una amatista curativa rara, y Esteban lleva días sin encontrarla. Justo me enteré de que tú tienes una. No te molestaría dármela, ¿verdad? —preguntó Victoria con una mirada desafiante.

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