POV de Diego
El reloj seguía corriendo, cada segundo que pasaba nos acercaba más al peligro. Diego y yo avanzábamos por las calles oscuras de la ciudad, cada giro de las ruedas del coche retumbando como un tambor en mi pecho. No teníamos margen para errores. Sabíamos que si no llegábamos a tiempo, el activo caería en las manos equivocadas, y todo por lo que habíamos luchado se desmoronaría.
Diego conducía con la mandíbula tensa, la mirada fija en la carretera como si pudiera obligar al tiempo a ir más lento con la pura fuerza de su voluntad. Yo, por mi parte, revisaba la información en mi teléfono, asegurándome de que cada detalle del plan estuviera en su lugar.
—Nos quedan diez minutos antes de que hagan la transferencia —dije, sintiendo mi propia voz temblar un poco.
Diego no respondió de inmediato, pero vi cómo sus dedos se cerraron con más fuerza alrededor del volante.
—No vamos a dejar que eso pase —murmuró.
Sabía que esto no era solo una cuestión de dinero o poder para él. Era su