POV de Diego
La sensación de que algo iba terriblemente mal se había convertido en un peso constante en mi pecho. Lo había ignorado al principio, convenciéndome de que la alianza era un mal necesario, que el riesgo valía la pena. Pero ahora, mientras revisaba los contratos una vez más y volvía a leer entre líneas, la verdad era innegable. Había caído en una trampa.
—Maldición… —murmuré, arrojando los papeles sobre el escritorio.
Adriana estaba en la puerta, observándome con esos ojos llenos de inteligencia y preocupación. No había querido que se involucrara demasiado en esto, pero la realidad era que ella ya estaba dentro, más de lo que me gustaba admitir.
—Sabías que esto pasaría, ¿verdad? —pregunté sin mirarla, más una afirmación que una verdadera pregunta.
—Lo sospechaba —respondió con cautela, entrando a la oficina—. ¿Qué encontraste?
Respiré hondo y pasé una mano por mi cabello.
—Nuestro ‘aliado’ ha estado jugando en ambos bandos. Nunca planeó ayudarnos realmente. Solo nos ha esta