POV de DIEGOLas cosas habían empezado a tomar forma. Poco a poco, Madrid dejaba de sentirse como un campo de batalla constante y comenzaba a parecerse a algo cercano a un hogar. Mi trabajo en la pequeña editorial no era perfecto, pero me daba estructura, un sentido de utilidad. Y Adriana... ella brillaba. No de la forma ruidosa que muchos esperan, sino como una vela encendida en una habitación silenciosa. Constante. Serena. Vital.Pero incluso en los días tranquilos, mi corazón seguía habitado por una inquietud persistente. Porque sabía que la calma es frágil. Que bastaba un susurro del pasado para agrietarla.Ese susurro llegó en forma de mensaje."Diego, estoy en Madrid. Tenemos que hablar. Por favor."Claudia.No había visto ese nombre en meses. Años, si soy honesto conmigo mismo. Había bloqueado su contacto, pero ella encontró otra forma. Siempre lo hacía. Claudia no era el tipo de persona que aceptaba un no como respuesta.Me quedé mirando la pantalla, sintiendo un peso conocido
POV de ADRIANANo podía creer lo que estaba viendo. Mi corazón latía con fuerza mientras mis manos temblaban a los costados de mi cuerpo. Diego estaba ahí, discutiendo con Camila, y aunque intentaba escuchar lo que decían, mis propios pensamientos eran demasiado ruidosos para dejarme concentrar.—¡No puedes hacerme esto, Diego! —gritó Camila, su voz llena de rabia y desesperación.—Camila, ya basta —respondió él, con la mandíbula apretada—. No voy a seguir mintiéndome a mí mismo.Mis piernas querían moverse, alejarme de esa escena, pero algo dentro de mí me obligaba a quedarme. Tal vez era la necesidad de escuchar, de entender lo que pasaba realmente entre ellos.—¿Y ella? —Camila señaló en mi dirección, y aunque no pronunció mi nombre, su mirada me atravesó como una daga—. ¿Te vas a quedar con ella?Diego giró la cabeza y me vio. Nuestros ojos se encontraron por un segundo que pareció eterno. Sentí cómo todo en mi interior se rompía y al mismo tiempo, cómo una chispa de esperanza nac
POV de DIEGOVerla sonreír otra vez fue como poder respirar después de haber estado ahogándome durante semanas.Adriana estaba sentada a mi lado en aquella vieja banca del parque, su cabello ondeando ligeramente por la brisa. Cada movimiento suyo era una pequeña victoria para mí. Cada mirada que me regalaba era un recordatorio de que no podía darme por vencido.No esta vez.—¿Te gustaría caminar un poco? —pregunté, rompiendo el silencio que, por primera vez, no me resultaba incómodo.Adriana asintió, poniéndose de pie con esa elegancia natural que siempre me había encantado.Comenzamos a caminar despacio, sin prisa. El sol de la tarde teñía todo de un color dorado, como si el mundo nos estuviera dando otra oportunidad.—¿Recuerdas la primera vez que vinimos aquí? —preguntó ella, mirando hacia un rincón del parque donde había un pequeño carrusel.—Claro —respondí, sonriendo—. Me obligaste a subir contigo al carrusel y casi me caigo del caballo de juguete.Adriana soltó una carcajada qu
POV de DIEGOCada vez que pienso en cómo empezó todo esto, no puedo evitar sonreír amargamente. Todo parecía tan simple antes. Yo pensaba que el amor era algo que podías controlar. Que podías decidir cuándo sentirlo y cuándo dejarlo ir.Qué equivocado estaba.Ahora, con Adriana en mi vida, me doy cuenta de que el amor no es una elección. Es una fuerza que te arrastra, que te consume, que te transforma, quieras o no.Esa mañana me desperté con una extraña sensación de urgencia. Como si algo estuviera a punto de cambiar.Me giré en la cama, buscando su figura, pero el lado de Adriana estaba vacío. La sábana aún conservaba su calor.Me levanté rápidamente, el corazón latiéndome con fuerza.—¿Adriana? —llamé, caminando hacia la cocina.La encontré allí, de espaldas a mí, preparando café. Llevaba puesta una de mis camisetas viejas que le llegaba a mitad de los muslos.La escena era tan doméstica, tan perfecta, que sentí un nudo en la garganta.—Buenos días —dijo, volteándose para sonreírme
POV de ADRIANADesde que Diego y yo dejamos atrás el pasado, sentía que el peso en mi pecho comenzaba a aliviarse. Cada mañana a su lado era como respirar aire fresco después de años de asfixia emocional.Y sin embargo… una pequeña voz dentro de mí seguía susurrando que la paz no dura para siempre.Esa mañana desperté antes que él. Lo observé dormir, la respiración lenta, su brazo extendido hacia donde yo solía estar. Sonreí, sintiendo un calor dulce y doloroso en mi pecho. Lo amaba. De una forma que me aterraba por lo profundo e inevitable que era.Me levanté con cuidado, tratando de no despertarlo. En la cocina, mientras preparaba café, dejé que mis pensamientos vagaran. A veces me preguntaba si merecíamos esta felicidad. Después de todo lo que habíamos vivido, ¿era posible un "felices para siempre"?Suspiré, empujando las dudas al fondo de mi mente. Hoy sería un buen día. Tenía que serlo.Cuando Diego entró a la cocina, descalzo y despeinado, sonriéndome de esa manera que me desarm
POV de DIEGOEl nombre de Samuel resonaba en mi mente como una alarma constante.No me importaba quién fuera en el pasado de Adriana. No me importaba cuánto miedo pudiera infundirle. Solo había algo que tenía claro: no iba a permitir que la tocara.Esa noche, mientras Adriana dormía a mi lado, inquieta, supe que no bastaba con prometerle protección. Tenía que actuar.Me levanté en silencio, sin despertarla. Me senté en la cocina, la luz tenue iluminando apenas mis pensamientos oscuros.¿Quién era realmente Samuel? ¿Qué quería ahora?Lo que sí sabía era que si venía por Adriana, tendría que pasar primero sobre mi cadáver.A la mañana siguiente, mientras desayunábamos, noté que ella intentaba actuar normal, pero sus ojos la delataban. Estaba tensa. Asustada.No iba a dejarla cargar con esto sola.—Voy a encargarme de él —dije de repente.Adriana dejó caer la cuchara en el plato, sobresaltada.—¿De qué hablas?—Samuel. No pienso quedarme de brazos cruzados esperando que él decida cuándo
POV de ADRIANAEl anillo brillaba en mi dedo como un pequeño sol privado.Cada vez que lo miraba, sentía que una parte de mí volvía a la vida. Después de tantas noches de miedo, después de tantas heridas invisibles, aquí estaba Diego… amándome sin condiciones.Prometiéndome un futuro.Una vida juntos.Una parte de mí aún no terminaba de creerlo.Pero cada vez que él me sonreía, cada vez que su mano rozaba la mía, esa duda se hacía más pequeña.Ese día, mientras preparábamos cajas para mudarnos a un lugar más seguro, no podía dejar de mirarlo.Concentrado, fuerte, decidido.Mi Diego.—¿Ya empacaste tus libros? —preguntó, señalando la estantería del salón.Me encogí de hombros.—Estoy tratando de decidir cuáles llevar.Él soltó una carcajada baja.—¿Todos?Sonreí. Porque en medio del caos, él siempre encontraba la manera de hacerme reír.—No puedo dejar a mis viejos amigos —bromeé.Me acerqué a la estantería, pasando los dedos por los lomos gastados. Cada libro era un recuerdo, un refug
POV de ADRIANALa primera mañana en nuestro nuevo hogar tenía un olor especial: sal, madera nueva y café recién hecho.Me desperté con la luz del amanecer filtrándose a través de las cortinas ligeras. Durante un momento me quedé quieta, escuchando el sonido del mar y el leve murmullo de Diego en la cocina.Sonreí.Era real.Esta vida que soñamos no era solo un espejismo.Era nuestra.Me levanté lentamente, abrazando el aire fresco que llenaba la habitación. Al acercarme a la cocina, vi a Diego de espaldas, preparando café mientras tarareaba una melodía.Me acerqué despacio, abrazándolo por la espalda.—Buenos días, amor —susurré.Él se giró, con una sonrisa que iluminó toda la habitación.—Buenos días, princesa.Me ofreció una taza de café, y me sentí tan llena de amor que casi dolió.Nos sentamos en la terraza, mirando el océano.La brisa jugaba con mi cabello y las olas parecían aplaudir a la distancia.Todo era tan perfecto que por un momento olvidé los temores que me habían seguid