POV de AdrianaLa noche cayó sobre la ciudad como un manto de sombras y peligro. Diego y yo nos quedamos en la sala de nuestra casa, rodeados de papeles, documentos y las pruebas que conseguí sobre Montoya. El silencio se rompía solo con el sonido de nuestras respiraciones y el ocasional crujido de los hielos en el vaso de whisky de Diego.—Si vamos a hacer esto, necesitamos movernos rápido —dije, cruzando los brazos—. Si Montoya sospecha que estamos cerca de exponerlo, tomará medidas drásticas.Diego pasó un dedo por el borde de su vaso antes de levantar la mirada hacia mí.—Ya tengo a mi gente investigando quiénes son sus contactos dentro de los federales. Si logramos identificar a los más débiles, podríamos presionarlos para que nos den información.Asentí.—Montoya no puede haber conseguido esto solo. Necesita intermediarios, y esos intermediarios siempre tienen un precio.Diego sonrió, pero no era una sonrisa amigable. Era la sonrisa de un hombre que estaba a punto de cazar a su
La noche era silenciosa, demasiado silenciosa. El tipo de silencio que precede a la tormenta. Diego y yo estábamos en su oficina, revisando la información que habíamos conseguido sobre Montoya. Sabíamos que teníamos que movernos rápido antes de que él lo hiciera primero.Diego se pasó una mano por el cabello, su mandíbula tensa mientras analizaba los documentos sobre la mesa.—Si Montoya descubre que estamos detrás de él, no se quedará de brazos cruzados.Asentí.—Por eso debemos adelantarnos. Si logramos que los federales descubran su traición, lo dejarán caer sin pensarlo dos veces.Diego me miró fijamente, sus ojos oscuros llenos de determinación.—Ya tengo un plan.Me crucé de brazos.—Estoy escuchando.Diego se inclinó hacia adelante, apoyando los codos en la mesa.—Vamos a filtrar la información a un contacto dentro de los federales, pero no directamente. Lo haremos de manera que parezca que la obtuvieron por su cuenta, como si Montoya hubiera cometido un error.Fruncí el ceño.
La información sobre Montoya reuniendo a su gente no me sorprendió. Era un hombre de negocios, sí, pero también un criminal con décadas de experiencia en el juego. Sabía que su primera reacción no sería atacar de inmediato, sino averiguar quién lo había traicionado. Y en cuanto lo descubriera, su venganza sería rápida y brutal.Me apoyé en el respaldo de mi silla de cuero y tomé otro sorbo de whisky. Adriana me observaba desde el otro lado del escritorio, su expresión seria. Sabía que estaba preocupada, pero también sabía que confiaba en mí.—Necesitamos adelantarnos —dije, más para mí mismo que para ella.Adriana asintió.—Dijiste que haríamos que Montoya sospechara de su propia gente. ¿Cómo lo haremos?Solté una leve sonrisa.—Hay un hombre en su organización, un contador llamado Esteban Ruiz. No es leal a Montoya, solo está con él por dinero y seguridad. Si hacemos que parezca que Esteban fue quien filtró la información, Montoya lo eliminará antes de que siquiera pueda defenderse.
POV de AdrianaNo soy una mujer celosa. O al menos, eso es lo que siempre me he dicho. He construido una vida entera sobre el control, la compostura, y la lógica. No dejo que los sentimientos me dominen… hasta que la vi.Lucía. Alta, elegante, con una sonrisa que parecía hecha a medida para Diego.Estaban tan cerca en esa cena de negocios. Él le hablaba al oído, le reía a cada palabra que ella decía. Y aunque yo estaba justo al lado de él, me sentía como una figura decorativa, una sombra más en aquella mesa de mármol iluminada por candelabros demasiado brillantes.Intenté enfocarme en mi copa de vino. Rioja. Cosecha de lujo. Pero me sabía amargo. Igual que esa punzada que sentía en el pecho cada vez que él ponía la mano sobre la espalda de Lucía para dirigirla hacia alguna conversación. No era apropiado, pero tampoco era demasiado evidente como para reprochárselo sin sonar como una… ¿celosa?No. No soy celosa.Solo estoy incómoda. Insegura, quizá. ¿Ridícula? Tal vez también.Suspiré d
POV de DiegoAlgo cambió en Adriana esta noche, y no dejo de pensar en eso.Sé leer a las personas. Es parte de mi trabajo, parte de lo que me ha llevado hasta aquí. Conozco el lenguaje corporal, los silencios, las sonrisas fingidas. Y lo que vi en Adriana durante la cena… no fue normal. Ella no era ella.Estaba distante. Fría. Como si quisiera estar en cualquier lugar menos a mi lado.Y eso me molesta más de lo que debería.Lucía fue solo una conversación más. Una estrategia de negocios. Sí, la toqué ligeramente para guiarla, para mantener el ambiente ameno. Es parte del juego. Pero todo el tiempo estuve consciente de Adriana. De cómo su mirada se perdía en el vino. De cómo evitaba participar.Intenté no hacerlo evidente, pero estaba atento a cada movimiento suyo. Quería preguntarle ahí mismo qué pasaba, pero temí presionarla. Y Adriana… ella no es fácil de leer cuando se encierra en su mundo. No muestra nada si no quiere mostrarlo. Y esta noche, claramente, no quería.Después, en el
POV de DiegoEl sol apenas comenzaba a colarse entre las cortinas cuando abrí los ojos. Adriana dormía a mi lado, con su cabello esparcido sobre la almohada como una cascada oscura. Su respiración era tranquila, y cada tanto su nariz se fruncía suavemente, como si soñara algo que no quería olvidar.Por un momento me quedé en silencio, observándola.Nunca imaginé que algo así me pasaría. Que me importaría tanto una mujer como me importa ella. Que una relación construida por conveniencia se convirtiera en la única verdad que reconozco.Pero ahora, que ya no hay contrato entre nosotros, ahora que nos pertenecemos sin reglas ni obligaciones… siento miedo.Miedo a perderla.Miedo a no saber cómo hacer esto bien.Me levanté con cuidado, sin despertarla, y fui a preparar café. Necesitaba tiempo para pensar.Los negocios nunca me intimidaron. Puedo hablar en salas llenas de tiburones sin pestañear. Pero cuando se trata de Adriana, todo cambia. Porque con ella no puedo fingir. Con ella soy sim
POV de AdrianaLa verdad es que no sabía cómo empezar. Había pasado tanto tiempo escondiendo lo que sentía que, de repente, decirlo en voz alta parecía un desafío. Cada vez que Diego me miraba con esos ojos llenos de calma, sentía que todo lo que había guardado se desbordaba. A veces me sentía como si ya no pudiera esconder nada más, como si la verdad de lo que soy estuviera a punto de salirse a la superficie.Y cuando nos quedábamos en silencio, yo siempre me encontraba con ese nudo en el estómago. Porque Diego no era como los demás hombres. Con él, me sentía segura, pero también expuesta. Y a veces eso era aterrador.El día después de la cena con los inversores, algo había cambiado en mí. El incidente con ese tipo me había tocado más de lo que pensaba. No era solo el hecho de que había estado dispuesto a humillarme públicamente. Lo que realmente me molestaba era que Diego no dudó ni un segundo en defenderme, como si no importara el qué o el cómo. Como si yo fuera lo más importante e
POV de DiegoLa vi. Allí, parada frente a mí, con esa mirada que mezclaba duda y miedo. No se suponía que debía escuchar esa llamada. No se suponía que estuviera allí. Maldita sea… ¿por qué tuvo que seguirme?—Adriana… —mi voz salió baja, casi ronca.Su pregunta, directa, me perforó el pecho.—¿De qué se trataba?Podía ver cómo contenía las emociones. Sus manos ligeramente temblorosas, su mandíbula apretada. Esa era Adriana: valiente por fuera, pero por dentro… por dentro estaba llena de cicatrices que solo alguien como yo podía ver.No podía decirle la verdad. No todavía. No mientras todo estaba tan enredado.—Es complicado —respondí, dando un paso hacia ella, esperando que su presencia no me derrumbara del todo.Y la verdad es que lo era. Todo era más complicado de lo que imaginé cuando acepté este maldito contrato. No me arrepentía de estar con Adriana. Ni por un segundo. Pero lo que había empezado como una fachada, un trato por conveniencia, ahora tenía raíces profundas… y esas ra