Brian y Charlotte se conocieron desde niños, su empatía fue mutua y desde el principio parecían hierro e imán, donde iba uno estaba el otro, pero sus familias, a pesar de vivir en la misma comunidad era de estatus muy diferentes. Charlotte venía de una familia rica y Brian era hijo de un trabajador de las minas, en las cuales la familia de Charlotte tenía acciones. A ella le habían arreglado el matrimonio y aunque trataron de escapar juntos los alcanzaron y finalmente los separaron, aun amenazando a Brian y a su familia... El día de la boda de Charlotte, Brian se fue del pueblo, luego de pasar por la iglesia donde se casaba la mujer de su vida, con una mirada triste se despidió y se fue a buscar fortuna... Años después regresó, hecho un hombre diferente, apuesto, de mundo, multimillonario, y venía con toda la intención de reclamar a la mujer que siempre debió haber sido suya.
Ler maisBrian Lancaster miraba a la hermosa mujer vestida de novia que estaba parada en la entrada de la iglesia colgada del brazo de su padre, Rufus Reynolds. Sus ojos reflejaban el amor que sentía por ella, nunca se cansaría de admirar su belleza, sus finas facciones y su dulce sonrisa.
La había amado toda su vida, desde pequeños, cuando él corría por los campos y ella buscaba flores para su “jardín” infantil. Desde entonces siempre se las habían arreglado para estar juntos la mayor parte del tiempo, ella era el amor de su vida y él, el primer y único amor de la vida de ella.
Y hoy era el día de su matrimonio… pero con otro hombre.
¿Cómo pudo ser esto posible?
Brian tenía una mirada de infinita tristeza en su rostro, mientras miraba desde la pequeña colina al lado de la iglesia, desde donde partía el camino hacia la capital, otro mundo, en el cual tendría que aprender a vivir sin ella.
El corazón le latía con fuerza al mismo tiempo que las lágrimas corrían libremente por sus mejillas, mientras veía la mujer de sus sueños a punto de entrar para casarse con un hombre al que no amaba, pero con el cual la habían prometido desde su niñez.
Brian miraba casi sin mirar… Recordó ese terrible día cuando recibió la noticia…
…………………….
Estaba parado al lado del pequeño lago que adornaba el valle donde se asentaba la pequeña ciudad de Barlborough.
Ella llegaba corriendo como siempre, a sus diez y ocho años tenía toda la vitalidad del mundo. Casi siempre lo sorprendía por lo rápida que era, lo abrazaba por la espalda mientras su risa cantarina resonaba en el pequeño claro del bosque donde siempre se reunían.
Pero esta vez la sonrisa era forzada, y la palidez de su rostro presagiaba malas noticias.
Él la vió antes de que lo alcanzara, y en su juvenil rostro, donde aún no se marcaba ninguna arruga, se marcó una expresión de preocupación.
—¿Qué sucede, mi amor? ¿Está todo bien? —preguntó aún cuando ella no llegaba a su lado.
—¡Oh, Brian! —fue todo lo que dijo antes de abrazarlo y ponerse a llorar como si hubiera muerto su madre.
Lo primero que le vino a la mente fue precisamente eso, porque ¿Qué otra cosa podía ensombrecer de esa manera la casi constante felicidad que le embargaba en casi toda ocasión?
—¿Le pasó algo a tus padres, Lottie? —la angustia le apretaba la garganta
Ella negó con la cabeza enterrada en su pecho, al mismo tiempo que su abrazo se intensificaba.
—¿Entonces qué sucede, amor? —le dijo con ternura, pero no la apremió más. Simplemente dejó que ella descargara su angustia en las lágrimas que rodaban por sus suaves mejillas.
Ella estuvo llorando por algunos minutos y luego, con el cuerpo tembloroso, se separó para mirarlo a los ojos.
Sus labios temblaban y se abrían y cerraban mientras la angustia se reflejaba en los hermosos ojos azul zafiro. Estuvo batallando por unos momentos con la angustia hasta que al fin pudo articular las palabras.
—¡Ellos me quieren casar, Brian! —la angustia hizo que la voz sonara rasgada, rota.
Brian no pudo entender lo que ella decía, por supuesto que siempre habían hablado de casarse, de comprar una casita modesta y tener muchos hijos mientras él trabajaba y reunía dinero para tener su propio negocio, como siempre había manifestado.
Hasta que la luz se hizo en su mente y su rostro palideció en un solo instante.
—¿De qué estás hablando, amor? —dijo con la garganta atenazada por el miedo— ¿De cuál matrimonio dices?
Ella lo miró con la cara más blanca de lo normal, las lágrimas aumentaron de nuevo, pero tragó fuerte y con determinación logró dominar su dolor y ansiedad.
—Hoy estaba hablando con mamá en el saloncito de la casa —comenzó a decir— Y de pronto mi padre entró y sin decir nada se sentó al lado de mamá y me tomó por una mano.
“—Hija, ya eres toda una mujer —me dijo y luego continuó— Ya está bien de que andes por allí con el hijo de Clara Lancaster. El mes que viene te casarás con Reginald Taylor, sus padres y yo establecimos ese compromiso desde que eran unos niños.”
—Luego mi padre salió y yo miré desesperada a mamá, pero ella no dijo nada, Brian.
Brian Lancaster se había puesto más pálido si eso era posible, siempre había sentido el menosprecio de las familias pudientes de la ciudad, su padre había muerto en las minas de las cuales los Taylor eran accionistas mayoritarios junto con su padre, Y Reginald siempre lo había tratado de humillar en público por su pobreza.
—Yo le dije que no me iba a casar con el estirado de Reginald y que te amaba a ti —dijo con la angustia reflejada en su juvenil voz— Pero mamá me dio una bofetada y me mandó a callar.
“—¡No quiero escuchar más estupideces, Charlotte! ¡Te vas a casar con ese muchacho y no quiero oír hablar nada más del pobretón Lancaster! —me gritó”
Brian se había quedado sin palabras. Aunque sabía que ella era una chica hija de una de las familias más ricas del valle, siempre había pensado que eso no sería un impedimento para que ellos se casaran.
Pero ahora se había dado cuenta de la realidad. Jamás aceptarían que su hija rica se casara con un don nadie como él.
Los padres de Charlotte, cuando se cruzaban con él y su mamá, en particular en la iglesia, o en el mercado, los saludaban con fría cortesía. Aunque la madre de Lottie siempre lo miraba como si fuera una especie de cucaracha humana. Sus duras facciones se tensaban cuando los saludaba y su naríz se arrugaba como si hubiera un mal olor por donde caminaban.
Una angustia aplastante le llenó el pecho y lo hizo sentirse miserable por primera vez en su vida, pero su natural orgullo vino en su rescate.
«Yo soy tan valioso como cualquiera —se dijo— Y voy a ser tan rico como ellos algún día»
—No voy a permitir que nos separen, mi amor —le dijo con convicción mientras la miraba a los ojos sosteniendo sus manos delicadas entre la fuertes de él.
—Larguémonos de aquí —le dijo con voz acerada.
Charlotte estaba sentada en el mueble de la sala tomando una taza de té, pero la angustia no se alejaba de su pecho.«¿Y si les pasó algo a mis niños? —pensaba con angustia— ¿O si le pasó algo a Brian?»Quería gritar y caminar de un lado al otro, pero la firmeza de su ama de llaves la mantenía sentada para que reposara. Ya la habían atendido en el hospital y le habían cogido unos puntos de sutura en la cabeza, los médicos determinaron que no había mayor daño y la enviaron a casa.Su teléfono se había partido cuando cayó al suelo y no podía llamar a Brian y eso la tenía al borde de los nervios, aunque era una mujer muy controlada y segura de sí misma, pero eran sus hijos… y el amor de su vida.Por ello, cuando escuchó las ruedas de un auto en la entrada de la casa, se paró con rapidez saliendo a la puerta para ver quien era. Cuando vio a sus hijos, caminando cada uno al lado de su padre, tomados de las manos, no pudo evitar el llanto y la risa al mismo tiempo, sus rodillas se doblaron
Robert llegó en menos de cinco minutos, por lo que JD terminó con esposas en manos y pies, recostado del auto de Brian.—Creo que tendré que aprender a confiar en tus instintos —le dijo Robert, y este solo le sonrió sin dejar de abrazar a su chico.—La diferencia es que tú buscabas a unos matones, yo buscaba a un tesoro: mis hijos —le dijo con la voz llena de emoción.—Pues no fallaste —le dijo sonriendo— Y me alegro. Ya llamé al equipo para que se dirija hacia acá, pero creo que tendremos que intentar recuperar a tu hija nosotros solos, al fin y al cabo, pueden tardar más de una hora y está a punto de caer la tarde, nos queda poco menos de una hora para que oscurezca.Brian dejó de acunar a su hijo contra él para mirarlo a la cara.—Ahora cuéntanos a qué nos enfrentamos exactamente, hijo —le preguntó suavemente pero con firmeza al mismo tiempo.Junior ya estaba recuperado, aunque tenía las marcas de los dedos del matón en el rostro.—Son solo dos hombres, papá —respondió con presteza
Mientras tanto, Brian Junior había corrido entre la maleza como un venado, cuando se detuvo jadeante en medio de un par de gruesos árboles, pudo ver que el sujeto que lo seguía estaba a más de cien metros de él, y se notaba que estaba cansado por la carrera.Con una sonrisa de satisfacción dio la vuelta, pero luego la sonrisa fue sustituida por una cara de preocupación al pensar que su hermana estaba en manos de esos maleantes. Sin embargo tenía un trabajo que hacer, y siguió caminando paralelo a la carretera hasta que estuviera a suficiente distancia para salir, con cierta seguridad, para pedir ayuda.Los dos matones salieron a buscar a Junior sin armas, porque Antony les había obligado a dejarlas en la cabaña, para que no fueran a cometer la estupidez de herir al muchacho, o a matarlo. Así que solo contaban con ser más hábiles que el jovencito que les había dado el esquinazo.Se metieron por la zona donde había ingresado el joven y buscaron el rastro para saber hacia donde se había
Brian aceleró su auto, algo le decía que a los chicos los iban a sacar de la ciudad, por lo que tenían varias alternativas u opciones.O se dirigían a la costa, lo cual era un trayecto bastante largo y por carreteras y autopistas que podían ser fácilmente vigiladas.O podrían ir hacia la capital, lo que tampoco parecía muy prudente. Entonces solo quedaban, el camino hacia los campos, el cual era sumamente extenso y el camino hacia las montañas, en cuál era bastante peligroso.Brian se dirigió hacia el camino de las montañas, algo le decía que ese era el camino correcto. Aceleró su deportivo casi al máximo, manteniendo el control del mismo, sin tomar riesgos innecesarios.Había enviado un mensaje a Robert diciéndole hacia dónde se dirigía. Éste le contestó al poco tiempo diciéndole que ellos estaban procurando cerrar los caminos hacia el interior y hacia la capital con la policía estatal, porque no tenían muchos efectivos para cubrir todas las rutas. Robert sospechaba que estarían hac
Los tres hombres habían irrumpido en la casa amenazando a todos con sus armas. La camarera que había abierto la puerta estaba tirada en el piso porque Antony Morgan la había empujado sin ninguna compasión, a pesar de que era una señora entrada en años.El resto de la servidumbre miraban aterrorizados a los maleantes, solo Junior miraba con rabia a los sujetos, él había estado jugando en la computadora de la biblioteca cuando escuchó ruidos y salió a ver qué sucedía, entonces uno de los matones lo sujetó por el cuello con su manaza y lo inmovilizó sosteniéndolo por un brazo al mismo tiempo.Junior había patraleado para soltarse, pero el sujeto era grande y muy fuerte, por lo que le resultó un tanto sencillo retener al adolescente.Charlene había salido primero que su madre y se había topado con el otro acompañante de Antony quien acababa de subir las escaleras. Este la tomó por un brazo y la arrastró escaleras abajo en medio de sus gritos de protesta.Ese fue el escenario que presenció
Rufus esperó en la salida del gran casino de los Murray, allí se le reunió Antony Morgan junto con dos sujetos mal encarados.—El jefe me dijo que lo ayudara, señor Reynolds —le dijo el matón con tono respetuoso. Mentalmente Rufus le agradeció la deferencia.—Sí —dijo medio nervioso— Necesitamos sentarnos en un lugar poco concurrido para trazar un plan.El mafioso le dio un nombre y Reynolds se dirigió a un modesto restaurante en las afueras, donde se sentaron y pidieron algunas bebidas.Cuando llegaron al local ocuparon una de las mesas más retiradas de la entrada, allí, en pocas palabras, Rufus Reynolds le planteó lo que necesitaba al matón de los Murray: Un secuestro.—¿Y a quién vamos a secuestrar, Míster Reynolds? —preguntó Antony mirando al caballero con curiosidad.—A mis nietos —respondió escuetamente.El matón no pudo contener la risa.—Eso es gracioso, Míster Reynolds —le dijo Antony sin dejar de sonreír con la maldad reflejada en la cara— Imagino que hay que tratar a los ch
Último capítulo