Varios días después, Amber preparó una fiesta de cumpleaños para su hija. Invitó a Tucker y a su hijo a acompañarlas. Sin embargo, todavía dudaba si invitar o no a los vecinos, así que decidió hablar primero con la cumpleañera.
—No creo que debas invitarlos, mamá. Probablemente él no quiera venir.
—¿Sería grosero si no lo hago? Nuestras casas están tan cerca... Decoramos muy bonito el jardín, y si él mira hacia acá, definitivamente sabrá que tenemos una fiesta —dijo Amber mirando las luces que colgaban de los árboles. El pensamiento la inquietaba.
—Es mejor que no, mamá. ¿Qué te parece esto? Yo le llevaré a Paula un pedazo de pastel. Eso debería estar bien, no se verá tan grosero.
—¿De verdad crees que está bien?
—Claro. Si les decimos antes, van a pensar que estamos pidiendo regalos. Y su hijo seguro aprovechará la oportunidad para burlarse de mí.
—Está bien, si eso es lo que te hace sentir bien, no tengo problema.
—Gracias, mamá. Y gracias por cocinar comida tan deliciosa para