Capítulo sesenta y dos
Entro a la cocina y el olor a tocineta llega a mis fosas nasales haciendo estragos en mi paladar. Con cuidado y en extremo silencio destapo el sartén.
Después de todo, ¿Dónde estará el ricachón?
—Que hermosa—dejo caer la apa del susto y siento sus manos rodear mi cuerpo. Subo la mirada a su cuello y ahí veo mi marca.
SP
Me doy vuelta y apego mis brazos a su cintura —¿Mejor?
Sonríe y da un beso corto en mis labios—¿No tienes hambre? —me suelta y recoge la tapa—Deberiamos almorzar fuera.
Muerdo mis labios y me separo un poco de él alzando mis cejas —no es mala idea hasta que me acuerdo de los paparazzis, mis estudios, mi edad ante el mundo y todo lo demás.
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