Capitulo 244

A la mañana siguiente, Amaris vio muy poca gente en los pasillos mientras se dirigía a la habitación que Bartholomew había reservado para el retrato de hoy.

Maena ya había estado insufrible hoy, despertándola desde temprano con su insistente parloteo y preguntando si debía o no ducharse y lamentándose de que no hubiera nadie cerca para frotar aceites perfumados en su abrigo.

No le gustó nada la sugerencia de Amaris de que a nadie le gustaba el olor a perro mojado y volvió a esconderse en los recovecos de la mente de Amaris con una petulante cara.

Cuando entró en la sala y vio a Bartholomew ayudando al artista a montar el telón de fondo y el atrezzo, le entraron ganas de darse la vuelta y volver a salir.

No tenía ni idea de cómo lo habían hecho, pero habían conseguido crear a la perfección la visión de Maena, hasta la seda carmesí y la corona.

Amaris hizo una mueca de dolor cuando Maena agitó la cabeza con entusiasmo, prácticamente arañándose los ojos en su excitación por cambiar.

‘¡Ah
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