—¿Qué hace una cosa tan vulgar en un lugar tan distinguido como este?
La voz de Triana Ayesa resonó en el lujoso interior de la joyería.
Su mirada, llena de desprecio, se paseó de pies a cabeza por el cuerpo de Destiny, ignorando por completo la presencia de Sierra.
Triana estaba vestida de manera impecable, su arrogancia era tan palpable como las joyas que adornaban su cuello y muñecas. Ella venía a comprar, no a vender.
Destiny la miró con calma, una sonrisa fría se dibujó en sus labios. No se molestó en responder a la insolencia, en cambio, se dirigió a la vendedora que se acercaba.
—Señorita, por favor, me gustaría hablar con el gerente —dijo Destiny con voz clara y serena.
—¿El gerente? —Triana soltó una carcajada burlona—. ¿Para qué? ¿Para pedirle que te regale una imitación? Este lugar es solo para personas que pueden permitirse pagar por lo que quieren, algo que claramente no es tu caso.
La vendedora, una joven con una expresión incómoda, se debatía entre la tensión.
—Señorita