Un marido para la princesa. Capítulo 25. Entregados
Christian Goldman
La abracé fuerte, sin querer soltarla, con mi corazón lleno de amor y felicidad. Me sentía vivo de nuevo, era como si hubiese renacido. Todo lo que había sufrido durante todos estos años se había borrado en un instante, al verla a ella de nuevo. Nos dimos un largo y dulce beso, saboreando cada momento, como si fuera el último. Yo no podía creer que estuviera allí conmigo de nuevo y prometí no separarme nunca más de su lado.
—Te amo Lynda, no tienes idea cuanto —le tomé la mano y se la puse en mi pecho, para que sintiera como mi corazón palpitaba por ella.
—Yo también te amo —me dijo y empezó con su mano a abrirse paso entre los botones de mi camisa, acariciando mi pecho. Le sostuve la mano por un momento, para evitar que siguiera recorriéndolo, y ella me miró con los ojos desconcertado.
—¿Por qué me detienes? —preguntó y por un instante sentí vergüenza de responderle, por un momento intenté apartar mi rostro y ella me lo sostuvo.
—Lo que sucede es que… —titubeé, resp