CAPÍTULO 24. SIN NINGÚN COMPROMISO

Christian se quedó por un momento viendo a Lyn, atender la llamada, los gritos del hombre eran tan fuertes que se lograban escuchar de manera clara, sin activar el alta voz.

Estuvo tentado a quedarse a escuchar toda la conversación entre padre e hija, pues le mortificaba esa actitud déspota del hombre para con la chica, sin embargo, se dio cuenta de que eso sería una medida de violación de su privacidad, no podía comportarse tan absorbente, por muchos deseos de protegerla. Salió a regañadientes de la sala de baño y se fue a buscarle el té.

—¡Maldita sea Lynda! ¿Acaso estás sorda? Te pregunté dónde diablos te habías metido, y me tienes aquí como un estúpido esperando tu respuesta —la chica cerró los ojos, respiró profundo. Y contó hasta tres antes de responderle.

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