El sonido del teléfono vibrando sobre la mesa del despacho interrumpió el silencio. Aaron, que estaba revisando unos documentos, desvió la mirada y tomó el dispositivo con desgano.
—¿Sí? —contestó con su voz profunda y autoritaria.
—Aaron, viejo amigo, ¿cómo estás? —La voz de Robert Sinclair, uno de sus socios más influyentes, resonó en la línea con su usual entusiasmo.
—Ocupado —respondió Aaron con sequedad, pero eso no desanimó a su interlocutor.
—Por supuesto, como siempre. Pero espero que esta vez hagas un espacio en tu agenda. Estoy organizando una cena privada con algunos inversionistas y colegas del sector. Me encantaría contar contigo.
Aaron consideró la invitación por un momento. Las cenas de negocios con Sinclair siempre eran oportunidades estratégicas, y en este momento, cualquier ventaja sobre la competencia era bienvenida.
—Está bien, asistiré —respondió sin rodeos.
—Excelente. Y ya que estamos, tráete a tu esposa. Será bueno conocer a la señora Morgan.
Aaron sonrió levem