86. Una enemiga
Lo primero que hace Scarlett al regresar a su habitación, con el corazón latiendo a mil por hora, es tratar de calmarse tomando un poco de agua. Sus hijos siguen durmiendo, gracias al cielo, cuando se acerca a su cuna. Ameline, Thiago y Brian descansan en los brazos del cielo. Recuesta la cabeza en el respaldar de la cuna mientras escucha sus latidos y sus respiraciones. Ellos duermen tan tranquilos, preciosos como sólo ellos pueden ser.
«¿Qué estoy haciendo?» se pregunta Scarlett. «¿Por qué trato de engañarme?» a una respuesta que ya sabe cuál es y se niega, sin embargo, a contestarla por miedo. Sigue dolida, demasiado. Sigue desconfiada, más que antes. Dejó abrir su corazón y éste se quebró. Teme volver a confiar otra vez.
Pero el amor que siente por Gerald lo puede todo, lo nubla, y nubla cualquiera de sus sentidos. Aquellos que simplemente no puede controlar.
Mary ya se marchó a su habitación cuando la acompañó y su madre también. En la tranquilidad, de igual manera, existe la pes