61. Una cruel verdad

Gerald sabe lo tan grave y absurdo que es escuchar lo que está mujer dice.

—Usted miente —Gerald escupe y suelta a la mujer embarazada como si la asqueara. Una expresión brutal y amenazadora cubre su entero rostro. Gerald está a nada de perder la cabeza con semejante locura—. Largo de mi vista.

—Pero Señor Van Rome, yo-

—Dije: largo —Gerald es directo. No espera a escuchar otra respuesta porque ya da zancadas hacia el auto, dejando atrás a la mujer, aumentando su rabia por la pasada visita de Tatiana Montgomery. Qué absurdo ha sido este día.

La llamada pérdida es de Rina. Llama de vuelta, ya en el auto hacia la villa. ¿Desde hace cuántas horas no sabe nada de su esposa? Las palabras de aquella mujer lo tienen en vilo, no se la saca de la cabeza. Pero eso es absurdo, no tiene fundamento alguno. Debe ser una equivocación, o están jugando con él. Sólo porque estaba embarazada no hizo nada en contra, pero una ofensa así es para morir en vida.

—¡Gerald…!

La voz de su prima lo sa
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