Después de tres semanas de recuperación intensa, Maximilien regresó finalmente a la compañía. Su aspecto había cambiado; los meses en coma le habían dejado huellas visibles, pero su porte seguía siendo imponente, y su paso, firme como siempre.
Esta vez cruzó el umbral del edificio acompañado únicamente por Caleb. Gracia, en los últimos días de su embarazo, se había quedado en casa por decisión de él mismo. Pensaba que merecía ese descanso, después de todo lo que había entregado.
Clara lo esperaba junto a la puerta de su oficina. Llevaba una carpeta bajo el brazo y una sonrisa orgullosa que no se molestó en ocultar.
—Bienvenido de nuevo, señor Fuenmayor —le dijo con tono cálido.
Maximilien asintió y se detuvo frente a ella.
—¿Cómo ha estado todo?
Clara no respondió de inmediato. En cambio, le entregó la carpeta y señaló su despacho.
—Preferiría mostrárselo.
Ya dentro, con el silencio propio de los espacios importantes, Clara comenzó a detallar los avances. Gracia había tomado las rienda