Punto de vista de Julio
La luz del sol que se colaba por las persianas me dio de lleno en la cara, haciéndome entrecerrar los ojos y gemir.
Haciendo una mueca de dolor, me giré de lado, protegiéndome los ojos con el brazo, pero no sirvió de mucho.
—Ya estás despierto —dijo Luis desde el espejo, con su reflejo impecable como siempre. Ya estaba vestido para ir a trabajar y se ajustaba la corbata con meticulosa precisión.
Incluso con movimientos casuales, seguía pareciendo sacado de la portada de una revista.
—¿Te tomaste la sopa para la resaca? —pregunté, bajando las piernas de la cama—. Le pedí al chef que me preparara una anoche.
Se giró hacia mí, aún sujetando la corbata, y entonces me dedicó esa sonrisa, esa que podía oprimirme el pecho y hacerme olvidar que existían las palabras.
—Siempre eres considerado —dijo, acercándose.
Ya de pie frente a mí, se inclinó y me dio un suave beso en la frente. —Y… lo admito, me ayudó.
Abrí los labios y le devolví la sonrisa, dejando que mis dedos