Aiden, sorprendido por la severidad de su tono, siente miedo.
—Entiendo que hay muchas cosas inexplicables y difíciles de entender, pero por favor escúchame.
—¿Es esto lo que viniste a hacer aquí? —lo interrumpe, señalando a su alrededor con una mueca de desagrado—. ¿Viniste hasta Portofino para enredar a mi hijo en… en esto? ¿Para llevarlo por un camino que claramente no es lo mejor para él?
Aiden parpadea, incrédulo ante las palabras de Federico, pero toma aire y trata de responder con tranquilidad.
—Señor Bazán, yo no "enredé" a Hendricks en nada. Estamos juntos porque nos amamos y queremos criar a Lía juntos. No vine aquí para arruinar su vida, sino para apoyarlo y construir algo con él.
Pero Federico no parece impresionado. Más bien, su expresión se endurece aún más.
—¿Apoyarlo? —dice, con una risa fría y amarga—. Mi hijo no necesita "apoyo" de alguien como tú. Necesita estabilidad, una familia normal, una madre para esa niña. Lo que tú le ofreces no es más que una fantasía irres