CAPÍTULO 9

Mariel abrió los ojos, estaba agotada, y adolorida, pero ese pequeño llanto en el exterior de sí le obligó a hacer lo que hacía cada una o dos horas, despertar al borde del llanto también.

Justo en ese momento recordaba plenamente todas las razones por las que había decidido no ser madre jamás, recordaba todo lo que odiaba dar de sí mima demasiado, y ese bebé no pedía demasiado, exigía todo y más.

—Iré por él —dijo Roberto en un gruñido, sin siquiera abrir los ojos, mucho menos incorporarse.

El también solía despertar cada que lo hacía Mariel, así que estaba igual de exhausto.

—Ya me levanté yo —informó la castaña que dejaba su cama para ir a algunos pasos por esa pequeña que habían recostado en un moisés en su habitación cuando al fin se durmi&o

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