Tras la feroz batalla entre los guardianes y los hechiceros oscuros, todos se reunieron en el centro del castillo, que permanecía en ruinas, sus muros aún vibrando con la resonancia de la magia que había sido liberada.
—Sarah —la llamó Electra.
La aludida asintió y, alzando las manos, reconstruyó el castillo a su forma original. Las piedras rotas se elevaron, las grietas se cerraron y el aire pareció recuperar su calma.
—Gracias. ¿Todos están bien? —preguntó Electra.
Los presentes asintieron, algunos con sonrisas cansadas en los labios. Todos, excepto Barrick y Hugo, cuyos semblantes mostraban abatimiento.
—Lo sentimos... Perdimos —dijo Hugo con un hilo de voz, y Barrick lo secundó con un gesto sombrío.
Pero Electra negó despacio.
—No, no fue así. Ellos no debían ser sus oponentes.
Los demás la miraron, frunciendo el ceño, confusos.
—¿No? Parecían defenderse bien —opinó Hanna, que había permanecido como espectadora tras derrotar a Madisson.
—Sí, respondieron bien. Pero inicialmente es