KIERAN:
La hermana de Ángela, Clara Eliza, en cambio, miraba a mi Luna con la mandíbula tensa, quizás tratando de encontrar alguna grieta en su postura perfecta, pero los ojos rojos y los de mis hijos no le dejaban ningún resquicio para esa absurda esperanza.
—Eso no puede ser cierto... —dijo Ángela, que no se había percatado de mi llegada. Alzó la mirada hacia Clara Eliza como buscando su apoyo, pero incluso ella se limitó a bajar el rostro. —¿Por qué lo niegas, Ángela? —preguntó mi Luna con firmeza—. Si eso es verdad, no hay manera de que puedas demostrar lo contrario. El brillo de desafío en los ojos de Ángela disminuyó, reemplazado por desesperación. Miraba a mi Luna y a mis cachorros con rabia. Esta humana estaba resultando un dolor de cabeza. Seguí observando desde las sombras lo q