CLARIS:
No podía dormir; los cachorros en mi vientre se movían sin parar. Mi hermana Clara al fin se había dormido, y no quería despertarla. Desde niña, tenía esta extraña fijación con la noche; era como si prefiriera hacer todo bajo la luz de la luna. Otro vuelco de los cachorros me hizo sentarme y llevar la mano a mi vientre. No sé cómo, pero lo sentí llegar: el padre de los cachorros estaba afuera de la puerta.
Me deslicé despacio, sin hacer ruido, abrí y ahí estaba el lobo Atka. Me miraba con sus ojos dorados llenos de preocupación y culpa. No comprendía mis sentimientos, pero no vi una gota de mi odioso jefe en él. Era puramente la bestia que había venido detrás de sus cachorros. No hice resistencia a nada; sentía una confianza que hacía tiempo había dejado de sentir. Cuando me di cuenta, est