KIERAN:
Me puse de pie lentamente, incapaz de apartar la mirada de ella. La luna llena se elevaba en lo alto mientras inhalaba el aire fresco de la noche, que movía el hermoso cabello dorado de Claris, brillando bajo la luz plateada y trayendo a mi memoria a mi Luna. Este lugar era su preferido, donde solíamos amarnos hasta el cansancio.
La pregunta de Claris, lo que había dicho antes sobre no hacer que se enamorara de mí, resonaba en mi mente. Un sentimiento de culpa me invadía; sabía que debía decirle la verdad si quería mantenerla a mi lado, no podía seguir engañándola. Estaba rodeado de lobos y debía saber a qué atenerse. Le daría la opción de decidir si deseaba estar conmigo o no; ella debía elegir.—Claris… —comencé, pero antes de poder continuar, un aullido cortó el aire nocturno. Mi cuerpo seCLARIS:Vi cómo Kieran se alejaba, cerrando la puerta con llave al salir. Luego escuché a la cocinera en la segunda planta asegurando todas las ventanas mientras murmuraba en un idioma que no entendía. Al verme subir con el pequeño cachorro en brazos y los otros dos siguiéndome, se detuvo y podría jurar que sus ojos eran dorados, pero al volver a mirarme eran normales. Debió ser el reflejo de la luz, pensé.—¿Qué sucede, señora Elmira? —pregunté, acercándome a ella. Comenzó a acariciar al cachorro en mis brazos y sus ojos se llenaron de lágrimas—. Está bien, solo parece que algo los asustó.Ella se agachó y cargó a los otros dos, que se acurrucaron en sus brazos, hundiendo sus cabezas en su pecho. Algo que no lograba comprender estaba sucediendo en ese lugar. No le pregunté, continué hacia mi habit
KIERAN:Corrimos con todas nuestras fuerzas hacia la casa de mi Beta; más que eso, era mi hermano. Habíamos nacido el mismo año y crecido juntos, al igual que con Rafe. Nunca, en todos los años que conocí a Fenris, había dejado de responder a mi llamado, creado únicamente para él. Mi corazón latía acelerado al imaginar que algo le hubiera podido ocurrir. Mientras pensaba en eso, escuché a Rafe decir que Elena le había comentado que no encontraba a Clara.—¿Qué quieres decir? —pregunté, sin detenerme mientras corría por el centro de la manada y me detuve frente a la casa de mi Beta, que estaba oscura; era la primera señal de que algo no estaba bien. Él jamás apagaba todas sus luces, como una manera de indicar que podían ir a verlo a cualquier hora—. Esto no está bien.—Lo sé. Ya estuve aqu&ia
CLARIS:El alboroto de los niños me hizo salir corriendo de mi habitación solo para ver a Clara y Elena subiendo detrás de ellos con bebés en brazos. Respiré aliviada al verlas y, en un impulso, las alcancé y las abracé con fuerza.—Clara, qué susto me diste. ¿Dónde te metiste? —pregunté enseguida, tomando al bebé que llevaba en sus brazos.—Se quedaron encerrados en el sótano de su casa —respondió Elena—. ¿Lo puedes creer? Estuve allí y no se me ocurrió bajar a ver si estaban. Gracias a Dios no fue nada grave. Y tú, Clara, no olvides llevar tu teléfono contigo, te lo he dicho tantas veces.—Sí, mamá —dijo Clara con burla—. Tenemos hambre, Claris. ¿Habrá comida?—Por supuesto, vamos a la cocina. Tengo que contarles algo extraño que me pas
KIERAN:Tomé al cachorro, percibiendo lo que le sucedía, y lo coloqué en mi pecho para que Atka se hiciera cargo de él. Solo necesitaba pasarle un poco de energía vital. Mientras me sentaba a analizar lo que debíamos hacer ante la situación en la manada, los brujos llegaron con sus rostros alargados, acompañados por los antiguos; la situación era muy seria.—¿Qué sugieren que hagamos? ¿Pueden limpiar la manada de todos los hechizos? —pregunté de inmediato.—No, lo hemos intentado —respondió Micac, el brujo mayor—. Es más poderoso de lo que conocemos. Diría que hay un poder demasiado malvado involucrado.—¿Qué tipo de poder? —pregunté, sintiendo cómo el cachorro absorbía mi energía vital mientras Atka lo cuidaba.—Es antiguo, mi Alfa. Más antiguo que n
CLARIS:Miré a Kieran, que me observaba como si no me conociera. Había sospecha en su mirada; entendía que era un choque para todos a nuestro alrededor saber que nos perseguía un espectro del cual no teníamos idea de qué era. Sentía el peso de sus ojos, inquisitivos y recelosos, como si trataran de desentrañar secretos que ni siquiera yo comprendía por completo. Siempre había creído que escapar de Australia nos liberaría de este pavoroso acecho, que el mar entre nosotras y nuestra tierra natal bastaría para romper cualquier vínculo oscuro que nos sujetara a ese lugar. Sin embargo, estaba claro que nos habíamos equivocado.—Kieran —comencé, buscando un destello de comprensión—, no queríamos traer problemas. Solo queríamos vivir en paz.Él asintió lentamente, como si en mis palabras hubiera encontrado un e
GAEL:Yo era el doctor de la manada, un omega que resultó ser la pareja destinada de la alfa poderosa llamada Sarah, eternamente enamorada de mi único primo. La miraba, atónito, en el consultorio, sin poder creer lo que me pedía, esperando que, como siempre, cediera por el miedo al rechazo.—Tienes que embarazar a esa humana que le gusta a tu primo con los embriones míos y de él —decía, como si fuera algo sencillo—. Para eso te ayudé a que te mandaran a estudiar lo de las inseminaciones de humanos y te compré todo el equipo necesario.—Kieran nunca me dará su esperma para eso —contesté de inmediato, sin querer engañar a mi primo—. Ya se lo he pedido muchas veces y se niega. Además, esa humana es abogada, nada tonta.El consultorio parecía cerrarse sobre nosotros, llenándome de una sensación claustrofóbica, co
KIERAN:Mis pensamientos estaban en caos mientras observaba a Sarah alejarse con su orgullo herido. Su naturaleza obstinada y peligrosa era preocupante, no solo para Gael, sino para toda la manada. Sabía que tendría que ser cauteloso, pero también firme en proteger a mi primo y a mi gente de sus intrigas. Después de hacer el amor con Claris hasta el cansancio, ella se había dormido, pero yo no podía. Por eso me dediqué a recorrer la manada, asegurándome de que todos estuvieran obedeciendo mis órdenes.—Fenris, ¿cuántos has enviado ya para la reserva de la ciudad? —pregunté, viendo cómo acomodaba otra camada de lobos en mi helicóptero. —Este es el cuarto, y con tres más terminamos. Los demás nos iremos en auto, como ordenaste, convertidos en humanos con las abogadas —se detuvo un momento antes de preguntar—: &iques
ALEH:Miraba a mi hija Chandra con incredulidad y furia. Le había ordenado expresamente que no se quedara en la manada de Theron, pero, me había desobedecido. Y ahora, una vez más, el Alfa de Alfas, después de hacerme bajar la cabeza ante él delante de las humanas, había vuelto a desaparecer. —¿Qué quieres decir con que desaparecieron todos? —rugí furioso—. ¿Qué demonios hiciste ayer para que tomara esa drástica medida? —No hice nada, papá. Solo quería ver qué tipo de relación tenía él con la humana Claris —respondió sin sostener mi mirada. La conocía demasiado bien. De mis tres hijos, ella, era la que había heredado toda mi astucia. Pero era muy egoísta y no miraba por el bien de todos, solo por el suyo. Creía que no sabía todo lo que hac&