CLARIS:
El dolor era abrumador, un fuego líquido recorriendo mi cuerpo. Cada fibra de mi ser, cada resonancia de mi alma sabía que este momento, tan temido como anhelado, había llegado. Kieran me levantó con cuidado, mirándome con una pizca de miedo. Podía sentirlo a través de nuestro vínculo: su abrasador deseo de protegerme, de hacer todo lo que fuera necesario para mantenerme a salvo. Él se mantenía firme como mi ancla en mitad de este torbellino. Pero sabía que esto no era solo mío, era nuestro. Y este parto no sería común, porque yo no era una loba común.
—Gael, ¡ven conmigo! —rugió Kieran, ajustándome entre sus brazos como si fuera lo más preciado en su mundo. Pero antes de dar un paso más hacia la habitación, mi cuerpo tembló con una fuerza tan poderosa que mis manos, aferradas al cuello d