La casa se encuentra llena de vida. Las risas resuenan en el aire, entremezclándose con el sonido de las copas chocando en brindis y las voces celebrando la victoria conseguida.
Sentada en uno de los individuales de la sala, Anastasia observa cómo todos disfrutan el momento, con una sonrisa instala en sus labios al sentir la calidez de la felicidad compartida. Incluso Layeska que no entiende lo que pasa, sonríe feliz ante la alegría que desborda de los mayores.
Ella misma se siente... bien. No es exactamente euforia, pero es una sensación de alivio, una paz que no había experimentado en mucho tiempo y que la recorre con fuerza llenando cada espacio de su alma.
Su mirada vaga por la sala, recorriendo cada rostro conocido hasta detenerse en Arman, quien, tras beber todo el contenido de su vaso en un solo trago se levanta de su lugar y se dirige hacia la puerta. Ella lo sigue con los ojos, sabiendo exactamente a dónde va. Lo más probable es que busque a Grigori quien salió unos minutos a